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Obras maestras imperdibles
Si bien la influencia de Rodin se refleja en el considerable interés que sigue suscitando su obra en la actualidad, es importante analizar sus esculturas para intentar comprender el alcance de su contribución a la historia del arte. A través de este enfoque podremos apreciar en su justa medida la creatividad del escultor, explorar las múltiples facetas de su vida como artista, y descubrir algunas de sus obras maestras. Este genio creador, que también fue un coleccionista apasionado y un mentor excepcional, revela a través de sus obras y sus encuentros la complejidad de un hombre en el cambio de siglo.
Más allá de las críticas, la búsqueda de la verdad
Rodin propone desde sus inicios una obra original sobre la figura humana, basada en una reinterpretación de los modelos de la Antigüedad y el Renacimiento. En 1877, la Edad de bronce suscitó interés y controversia debido al virtuosismo de la representación del cuerpo, así como por el abandono de toda noción de atributo que pudiera identificar el personaje.
Este escándalo reveló el talento excepcional de Rodin y permitió que se le confiaran obras más ambiciosas, como la Puerta del Infierno o El Beso. Su incansable búsqueda de la representación de la verdad humana se refleja con constancia en el repertorio de figuras elaboradas, especialmente en el caso de La Puerta. Muchas de ellas se vuelven famosas individualmente: desde el Pensador hasta la Danaide, los cuerpos atemporales y desesperados creados por Rodin propician la contemplación de los tormentos de la humanidad. Posteriormente, montajes, ampliaciones y recortes constituyen diversas etapas que reflejan el deseo de llegar a lo esencial y lo universal: la Voz Interior, el Caminante o la Catedral.
Una nueva concepción del monumento público
El despojo con el cual presenta a los seis Burgueses de Calais, solos frente a su trágico destino, desprovistos de un pedestal heroico, refleja este deseo de renovar, a pesar de las críticas, el género del monumento.
Aún más tumultuosa, la creación del Monumento a Balzac da testimonio de la audacia de Rodin en la elaboración de un retrato de autor. Dejando de lado los atributos clásicos del escritor, como el libro o la pluma, Rodin suprime incluso la presencia misma de las manos del personaje central. De esta forma se emancipa de los criterios de su tiempo, y propone una renovación del retrato tallado.
Rodeado de artistas clave
En sus obras, sus relaciones, así como en la constitución de su colección personal, Rodin demuestra la misma fuerza de carácter, tomando posiciones firmes. Adquiere el Padre Tanguy de Van Gogh, a quien Rodin considera "un admirable demoledor de fórmulas académicas, y (que) también era un genio de la luz".
Admira aún más a Camille Claudel, cuya obra promueve en varias ocasiones ante organismos oficiales. El gran vals presenta dos cuerpos entrelazados envueltos en un movimiento de danza circular. La naturaleza de este contacto mutuo fue considerada demasiado íntima para su época, por lo que fue sumamente criticada.