Flou artístico

A partir de mediados de la década de 1890, Rodin se embarcó en una nueva estética. Según su amiga y biógrafa Judith Cladel (1873-1958), Rodin comienza a percibir todo su entorno como "a través de un velo imperceptible" (1917). Suaviza las formas de sus esculturas, porque las superficies lisas reciben la luz de una forma más armoniosa. Una obra sin contrastes violentos es más luminosa; una obra de contornos redondeados parece vibrar con la atmósfera circundante.

"La suavidad de las hojas muertas"

En 1900, Rodin organizó su primera retrospectiva en el pabellón del Alma. Presenta una versión en yeso de La Puerta del Infierno (visible en el Museo Rodin - Meudon) de la cual retira todas las figuras protuberantes, dándole una fisonomía diferente a su muy contrastada estética inicial. En esta puerta despojada, no podemos distinguir un tema específico. Ofreciendo una superficie homogénea a la luz, sin sombras pronunciadas, la obra está en simbiosis con la atmósfera luminosa de la exposición deseada por el artista: "Lo único que deseo para mi exposición es un tono general similar al de las hojas muertas, para conferir a la palidez del mármol sus calmos reflejos".

La envoltura de las formas

Rodin privilegia el uso de ciertas técnicas. En sus dibujos, la acuarela se aplica sin tener en cuenta los contornos precisos de las figuras. Como en Mujer a medio cuerpo, Rodin utiliza el proceso del esfumino, especialmente después de 1910, que aplica aquí para dar forma al cuerpo. En sus esculturas, el modelado se vuelve más liso y los perfiles menos claros. Rodin llega a sumergir muchas obras en un yeso muy líquido que envuelve sus formas: es el caso de los bustos de Helene von Nostitz. El aspecto inacabado de los mármoles, llamado non finito, difumina los contornos y hace que el material vibre con el espacio circundante.

A Rodin le agrada el aspecto difuso y vibrante de los lienzos de su amigo Eugène Carrière (1849-1906) y de los grabados de los fotógrafos pictorialistas como Edward Steichen (1879-1973).