Search the site
La visita "sensualidad"
El cuerpo es el centro de la estética de Auguste Rodin, en todos sus componentes, incluidos los más sensuales. A través de sus temas y sus materiales, y el trabajo sobre las texturas finamente pulidas de la carne, sus esculturas son una celebración de la sensualidad y el deseo. Los cuerpos abandonados, arqueados o acoplados poseen una fuerza erótica innegable que supo generar controversias, y que aún en la actualidad sigue conmoviendo al público.
De la sensualidad de una figura aislada...
La postura del cuerpo en Rodin muestra una marcada sensualidad. El estiramiento destaca la anatomía, los huesos a veces visibles a través de la piel, los músculos que sobresalen, las curvas carnales que nos gustaría acariciar (El Adolescente desesperado, La Edad de bronce, La Danaide). La curvatura acentuada de los cuerpos femeninos destaca las formas en un armonioso juego de curvas (Torso de Adele, Torso arqueado de una mujer joven).
Todos los temas, ya sean de inspiración mitológica (La Danaide), espiritual (La Voz Interior) o religiosa (El Eclesiastés), son un pretexto para la expresión de una sensualidad a menudo poco convencional, impregnada de cierta aspereza, e incluso de desesperación.
... a la pareja erótica
Inspirado en las historias de amor, Rodin esculpe y dibuja parejas, algunas de las cuales se han convertido hoy en día en verdaderos símbolos, como en el caso de El Beso. Este tema también inspira a otros artistas como Camille Claudel, cuyo grupo Vertumno y Pomona, otra encarnación de la pasión, muestra dos cuerpos que parecen formar uno solo.
El interés de Rodin por la expresión de la pasión amorosa o erótica lo llevó a explorar diferentes formas, como en las múltiples representaciones de parejas sáficas (Dos mujeres desnudas parcialmente acostadas) o escenas de raptos (Joven besada por un fantasma).
En la obra Cristo y Magdalena, con un tratamiento sumamente original para tal escena, ambas figuras están completamente desnudas, cara a cara, a la misma altura. Rodin juega aquí con el contraste entre la postura de Cristo, impregnada de abandono y laxitud, y la de María Magdalena, marcada por un movimiento de torsión dinámica.